No existe una sociedad ideal. No existe el paraíso. Cuando imaginamos un mundo perfecto, nos encontramos con un cuadro que resalta, de forma edulcorada, los grandes fracasos de la humanidad. Entonces, no nos queda otro camino para transitar que la distopía. No nos queda más remedio que añorar el paraíso perdido, malogrado. No nos queda otra alternativa que transformar el dolor, la derrota, en un hecho estético. Sólo nos queda la ficción.
Así, la ciencia ficción se configura como oportunidad para reflexionar y replantear nuestros miedos, nuestros deseos y las posibilidades del presente. Para pensar lo humano. Entonces, tanto el “no lugar”, la utopía, como “el mal lugar, la distopía, suponen una lectura para los dilemas actuales, una crítica a nuestros excesos. De ahí que en la ciencia ficción, la libertad individual se diluya en nombre de un ideal, de una meta; o la sociedad, desarrollada de forma enfermiza y sin recursos, engulla a los seres humanos con la voracidad de un desierto; o la insignificancia de la voluntad humana frente a la fuerza de una catástrofe natural, de un virus, de un ataque extraterreste. En la ciencia ficción la búsqueda de la perfección es un abismo, dejando patente la incapacidad para cambiar nuestro destino.
La ciencia ficción no es un asunto de máquinas. Establece un vínculo entre el hombre y su entorno. Lo que nos configura como seres humanos se problematiza, se extrapola a otro escenario. De esta forma, la sociedad de consumo, la banalidad de las redes sociales, la incesante búsqueda de confort o las disyuntivas de género, son discutidas llevándolas al extremo, exponiéndolas de forma inusual, extraña, con cierta distancia. La distancia de ocurrir en el futuro o en un mundo desconocido. Y así las apreciamos mejor.
Leemos el mundo y especulamos. Construimos una realidad para releer la que nos tocó vivir. La escritura de ciencia ficción, entonces, sólo es una manera de transitar por el sendero de nuestros errores. Para no cometerlos, para enmendarlos, para imaginar soluciones. Esta relectura de lo que somos es dolorosa porque nos insta a cuestionar lo que ya conocemos, lo que consideramos correcto, normal, y mirarlo desde otra óptica. Nos invita a cuestionar nuestras verdades, a generar nuevas cosmovisiones. Nuevas posibilidades.
Gabriel Rodríguez
La lectura requiere concentración y tiempo. Accedemos a los textos con múltiples propósitos y todos, sin excepción, demandan de nuestra parte una dosis considerable de atención. Para ello, desde Altazor Escritura Creativa, hemos pensado en una estrategia para leer de forma eficaz, gestionar el tiempo de lectura y comprender lo que los textos nos ofrecen.
1. La lectura como trabajo
Asumir la actividad de la lectura como un trabajo implica planificar. Antes de emprender la lectura de una novela, de un artículo académico o de un ensayo, en necesario que tengamos muy claro el objetivo de la lectura. Haz una lista donde expongas tus expectativas y objetivos de lectura y distribúyelos en pequeñas cápsulas de tiempo. Estas cápsulas representan los momentos del día que le dedicarás a la lectura durante la semana. Esto nos ayudará a enfocarnos y a leer con una actitud determinada: la actitud de quien busca, de quien investiga, de quien persigue una meta. Ponte plazos para cumplir tus objetivos de lectura, eso te ayudará a distribuir las cápsulas de forma realista y acorde a tus necesidades (por ejemplo, cuando tienes que entregar un trabajo en la universidad). Descarga nuestro planner semanal y administra tu semana de lectura
2.Perderle el respeto al texto
Es importante, además, que dejes tu huella en el texto. Para ello, debes subrayar y glosar. El gesto de leer con un lápiz en la mano nos predispone a seleccionar, a dialogar con las ideas expuestas por el autor en su obra, indicando aquello que nos llama la atención, aquello que nos aporta en la construcción de sentido. De ahí la importancia de la glosa: dejar comentarios a pie de página o al margen, que expresen lo que el texto genera en nosotros. De esta forma nos relacionamos con el texto de tú a tú, sin miedo a rayarlo, a marcarlo, a producir conocimiento en sus propias páginas. Se trata, en este punto, de hablar con el autor, de confrontar sus ideas. Te recomendamos que uses las macrorreglas textuales para la tarea de subrayar y glosar
3. Técnica Pomodoro
Con la ayuda de este método para gestionar el tiempo, ideado por Francesco Cirillo al final de la década de 1980, podremos distribuir la lectura en franjas de 25 minutos (pomodoros), libres de distracciones, separadas por pausas de 5 minutos. Dedicarle un tiempo fijo a la lectura, sin “ladrones de tiempo”, nos permite adentrarnos en el texto, nos aleja de la procrastinación y nos permite forjar una disciplina y un ritmo de lectura eficaces. Así, las cápsulas que hemos planeado serán más provechosas. En la red encuentras muchos temporizadores, como tomato timer para que puedas gestionar tu tiempo de lectura
4. Diario de lectura
Es preciso que cambiemos nuestra forma de relacionarnos con los textos. Ser lectores activos, autónomos, creativos. Para ese fin, debemos pasar de una lectura de consumo a una lectura crítica. Por tanto, vamos consignar, en un cuaderno o en un archivo de Word, nuestras impresiones, interpretaciones e ideas, producto de la lectura. El comentario es una actividad común, que hacemos de forma informal y espontánea, y que da cuenta de una comprensión textual. Nuestro trabajo consiste en sistematizarlo. Desde Altazor te sugerimos que dividas tu comentario en tres segmentos, estableciendo tres redes con el texto: la red temática, la red explicativa y la red enunciativa. Así consignarás en tu diario, de forma condensada, el tema y las ideas más importantes, el propósito y el punto de vista del autor y expondrás un juicio estético. Te proponemos que estructures tu diario de lectura en forma de resumen crítico.
Recuerda que cada lector se acerca al texto desde su realidad y su experiencia, por tanto, estas recomendaciones deben adaptarse a tus necesidades.
Gabriel Rodríguez
Director de Altazor Escritura Creativa